Septiembre y octubre pueden traer consigo los últimos coletazos de un verano resignado a morir, y volver un poco locos los termómetros de las ciudades. Pero noviembre significa una cosa clara, la entrada del frío, para quedarse hasta el final del invierno.
Estas bajas temperaturas afectan a todos los seres vivos, y las plantas no podían ser una excepción. Por ello, el cuidado de nuestra vegetación y nuestro jardín, requiere una serie de consideraciones especiales cuando afrontamos el penúltimo mes del año.
Y es que el ocaso del otoño no sólo afecta a los grados que marca el mercurio, sino que también se traduce en otra serie de consecuencias que repercuten en la vida de todo aquello que plantamos: los días son más cortos, la lluvia es más frecuente, pueden producirse las primeras heladas, etc.
Noviembre es un mes excepcional para realizar trabajos de abono, poda, siembra o estaquillado. Es la época en la que muchas hojas florecen, y otras que no lo hacen, cambian su color en un bello espectáculo natural que se adapta al cambio de estación. Y, por supuesto, es el periodo del año ideal para la plantación de verduras de invierno, como espinacas, rábanos, canónigos, lechugas, acelgas, coles, escarolas o habas.
Por el contrario, en el caso de las naranjas o de los frutos del bosque, tales como las grosellas, las uvas crispas o las endrinas, este período es el correspondiente a la recolección. Cabe recordar, llegados a este punto, que encaramos la recta final de la vendimia, aunque pueden protegerse los racimos de forma que éstos lleguen hasta navidad.
Por último, y en lo que al césped se refiere, se acaba el tiempo de siembras y replantaciones. Los cortes de siega deben distanciarse en el tiempo y respetar cierta altura, para proteger las raíces del frío, a medida que disminuyen al máximo los abonados, que deben aportar potasio, de forma que ayuden al césped a prepararse como es debido para el duro invierno.